No creo que haya mejor regalo, que un beso, pero de esos que dejan la cabeza deliciosamente alborotada. Tan húmedos y dulces como saborear la granita de un rocío de miel. Suaves como la seda, irresistibles y persistentes, sin conciencia del tiempo, del resto del cuerpo, del frío o el calor, totalmente arrojados, arriesgados. Besos, de esos que lo dejan a uno suspendido en el aire, y lo animan a un exhibicionismo obceno, desalineado, desprolijo y sin escrúpulos frente a los demás....Dudo que haya algún regalo que pueda -bien dado- igualársele......
Ilustración de Blancucha (tomada sigilosamente en préstamo).
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